miércoles, noviembre 09, 2005

Persiguiendo el horizonte


Modelos a seguir

Cada joven tiene un modelo a seguir, una persona que por su actitud, su forma de vida y los logros alcanzados, le parece digna de imitación. Pero los modelos son inimitables, porque al momento de escogerlos se idealizan y se convierten en inasequibles. Y es que para eso sirven los modelos: para que, persiguiendo la línea del horizonte, se avance.
La madre, especialmente si es jefa de familia, es considerada por sus hijos e hijas como modelo a seguir por su espíritu de servicio, su capacidad de sacrificio, su abnegación y su disposición al trabajo: “Mi mama es una mujer que ha sabido sobrellevar todo: su responsabilidad, su familia, que enfrenta cada problema, no se rinde. Crió a sus hijas, les da todo, amor, confianza. Es una gran persona”, dice admirativamente una muchacha urbana de 14 años. A veces se admira al padre y a la madre por igual.

A partir de ahí, las admiraciones van por géneros. Los chicos suelen admirar a personas lejanas y ajenas, aun más fáciles de idealizar y más difíciles de imitar. Las personas que “hacen historia”, que “luchan por la paz”, que buscan “el progreso de la sociedad”, artistas, políticos, deportistas. Las chicas, en cambio se plantean ideales más próximos, adultas y adultos con quienes han tenido o tienen una relación directa y personal que consideran satisfactoria. Una relación en la que se combinan la amistad y el aprendizaje. “Me encanta platicar con las personas adultas porque saben más de la vida. Uno aprende de ellas y atiende más su consejo”, confiesa admirativamente una muchacha campesina de 15 años. Un aspecto interesante de las chicas es que pueden hallar modelos entre sus compañeros y compañeras más próximos, cuando demuestran aplicación en sus estudios y en el caso de sus amigas, cuando “saben darse a respetar”.
tomado del libro "Una causa para rebeldes" de la organizacion puntos de encuentro. Managua, Nicaragua

1 comentario:

Unknown dijo...

Hola Selenne. Pienso que la admiración es arma de doble filo, dos extremos. Por un lado podemos caer en la actitud aduladora. Cuando creemos ciegamente en alguien. Y por el otro lado no creemos en nada, no nos asombra nada.

Creo que debemos de equilibrar las cosas. No creer en nada, pero tampoco dejar de creer. Tenemos que aprender a ser objetivos, con los demás y con nosotros mismos.
Y además tener cuidado con lo que admiramos.

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